lunes, 21 de octubre de 2013

Pierdes objetividad…

Hoy, hace unos pocos minutos estaba en cama ya a punto de dormir, como de costumbre con teléfono en mano. Para variar me encontré browseando fotos en instagram y llegó a mi cabeza la idea de abrir mis álbumes viejos a ver que encontraba “de nuevo”.
Al llegar al final de uno de los álbumes que se quedaron guardados en “la nube” encontré una foto que le tomé a “Lucas” un día antes de que cerrara sus ojitos, les platico.
Lucas llegó a casa por ahí de Noviembre del 2001, un Beagle juguetón, digno representante de la raza. Como protocolo, las quejas de mis padres, los cariños excesivos de mi hermana para con el perro y yo, pues “oh que machín, que bonito”. Todos nos hicimos cargo de el, lo sacábamos a pasear, siempre al tanto de su salud y así de fácil se volvió el integrante incomodo, pero querido, de la familia.
Pasaron los años, y las anécdotas caninas se fueron convirtiendo en colección, las veces que se lo robaban, cuando salía corriendo como loco nomas por que si, cuando mordía a sus cachorros, cuando sacaba de quicio a mi hermana, cuando te veía solo y se acercaba nada mas para sentarse a tu lado y hacerte compañía, cuando mi papá le chiflaba esa canción que invento solo para los perros.
Corría el año de 2011, cuando de pronto el Lucas se veía cansado, su hocico café estaba ya casi cubierto de canitas, se le veía echado casi siempre a no ser que viera a algún otro perro y volvía a sus años mozos, ladrando, brincando y con el pelo del lomo completamente erizado. Era cuestión de tiempo para que recordara que “ya no estaba para esos trotes” y se echaba de nuevo. Un día  noté que su estomago estaba creciendo de un lado, después de dos veterinarios nos llego la noticia, tenia cáncer en el hígado y las opciones no eran para nada alentadoras. Operarlo a su edad era muy riesgoso y la esperanza de que fuera una cirugía satisfactoria no eran muchas. De dejarlo así como estaba tenia los meses contados y eran pocos, de igual manera su calidad de vida iría empobreciendo. Lo que nadie vio venir, ni en la veterinaria, es que esos meses realmente eran semanas.
A partir de ese momento, cada que llegaba yo a mi casa, entraba con el temor de escuchar un “ya no se levanta” pero el, como todo un guerrero, me movía la cola al verme llegar, se levantaba para recibir esa caricia que le decía que todo estaba bien, que no había hecho nada malo esta vez y se echaba de nuevo.
Así pasaron dos semanas, cada día decaía un poco mas hasta que de plano ya no tuvo fuerzas para levantarse. Ya todos sabíamos lo que iba a pasar y a manera de despedida lo llevamos a la playa, todo el camino se fue en mis pies, no levantaba la cabeza ya ni para oler lo que le rodeaba mientras comíamos. Nos sentamos en la playa después de pasear por lugares que ni nosotros conocíamos. Olfateo unos momentos y se echó, recuerdo sentir esa desesperación y el pensamiento que me invadía era “vamos, huélele la cola a ese perro, yo se que te encanta conocer amigos nuevos, levántate” pero nada lo hacia levantarse. Cuando comprendimos que quizás habíamos cometido un error al llevarlo a la playa y cansarlo de esa manera regresamos a casa. Un día después, creo que fue Lunes, al llegar a casa en eso de las 6 mi perro ya no respondía, espere a mis hermanos y lo llevamos al veterinario. Todo el camino de mi casa a la veterinaria lo abracé, lo levantaba para que viera por última vez la ciudad, de repente abría los ojos, como cuando te vas despertando y te cuesta mantenerlos abiertos, estoy seguro que el sabía que venia después.
Al llegar a la veterinaria entramos a un cuarto blanco, el doctor nos preguntó “¿quién es el papá?, me acerqué y me dijo “abrázalo y detenlo”. Fue una de las cosas mas difíciles que he hecho, no opuso resistencia cuando lo inyectaron, sentía su cuerpo caliente que lentamente se soltaba, hasta que dejo caer su cabeza y se quedo dormido. Lo mantuve así, abrazado por varios minutos, me fue imposible tratar de contener el llanto, un sin fin de memorias me invadían de manera estrepitosa y yo nada mas lo abrazaba.
Hace días le llame a Pablito por el nombre de Lucas, desde entonces ha estado más presente que de costumbre en mi mente.
Quizás pueda parecerles demasiado drama, pero cuando se trata de sentimientos no importa qué ni quién los provoque, a mi perro lo amé y me conecté con el como con pocas personas, fue realmente a su lado una de las mejores épocas de mi vida que sin duda, jamás voy a olvidar…el titulo viene de lo que me paso esta noche, dejé de pensar claramente, me dejé envolver en una nube de nostalgia y recuerdos, salió lo mas básico y primitivo de mi ser.
Les dejo la foto que provocó esta redacción, la foto que le tomé un día antes que se fuera al cielo de los perros…
lucas

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